domingo, 14 de noviembre de 2010

PopocatépetL&IztaccihuatL


Un lunes se marchó, quizá para nunca volver,
Pero dejó su corazón a su amor más fiel.


Hace tiempo, cuando los aztecas dominaban el Valle de México, los otros pueblos debían obedecerlos y rendirles tributo, pese a su descontento. Un día, cansado de la opresión, el cacique de Tlaxcala decidió pelear por la libertad de su pueblo y empezó una terrible guerra entre aztecas y tlaxcaltecas.


No llamó, durante meses ni escribió.
La mujer comprendió su soldado cayó.


La bella princesa Iztaccíhuatl, hija del cacique de Tlaxcala, se había enamorado del joven Popocatépetl, uno de los principales guerreros de este pueblo. Ambos se profesaban un amor inmenso, por lo que antes de ir a la guerra, el joven pidió al padre de la princesa la mano de ella si regresaba victorioso. El cacique de Tlaxcala aceptó el trato, prometiendo recibirlo con el festín del triunfo y el lecho de su amor.


Y entre llantos suplicaba a su Señor:
"No le lleves, por favor".
Pero a sus plegarias nadie contestó.
Y la vida se quitó.


El valiente guerrero se preparó con hombres y armas, partiendo a la guerra después de escuchar la promesa de que la princesa lo esperaría para casarse con él a su regreso. Al poco tiempo, un rival de Popocatépetl inventó que éste había muerto en combate. Al enterarse, la princesa Iztaccíhuatl lloró amargamente la muerte de su amado y luego murió de tristeza.



Lágrimas de dolor sobre un rostro sin voz.
La batalla apagó su corazón.
Esa estúpida guerra cruel que te arranca la piel,
Su veneno atacó, supo vencer.


Popocatépetl venció en todos los combates y regresó triunfante a su pueblo, pero al llegar, recibió la terrible noticia de que la hija del cacique había muerto. De nada le servían la riqueza y poderío ganados si no tenía su amor.



Nadie le recibió el triste día que volvió.
A su esposa llamó, el silencio habló.


Entonces, para honrarla y a fin de que permaneciera en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó que 20,000 esclavos construyeran una gran tumba ante el Sol, amontonando diez cerros para formar una gigantesca montaña.



"Cariño, ¿dónde estás? Ya no me iré nunca jamás".
Sobre un viejo sillón la encontró sin color.


Desconsolado, tomó el cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron, lenta e irremediablemente, en volcanes.


Y entre llantos maldecía a su Señor:
"¿Por qué ella y no yo?".
Y besándola en las manos la nombró,
Antes de decir adiós.


Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo tristísimo…


Historia: Conti González Báez
http://www.radioredam.com.mx/grc/redam.nsf/vwALL/MLOZ-5W8VRV
Canción: Saratoga “Lagrimas de dolor”

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